CASTING AUDIOLIBRO “VCN”

CASTING AUDIOLIBRO “VCN”

Fecha límite de envío: Miércoles 03 de julio, 2:00 PM.

ESPECIFICACIONES DE TALENTO: Voz masculina de 40 años. 

INDICACIONES: SIN PIZARRA. Sólo líneas de casting. Favor de enviar el archivo de audio nombrado tal cual se pide al final.

TEXTO CASTING

—Yo digo que es un carnicero el que trabaja con el cártel. O tal vez un médico, un cirujano. Porque no hay forma de que los cortes en los cadáveres sean tan limpios. Tan perfectos.
La activista Araceli Salcedo se sube la cremallera de la chamarra negra que viste para cubrirse de la llovizna que la empapa y que lleva varios días sin dar tregua a esta zona serrana del municipio veracruzano de Orizaba.
Son las 10 de la mañana del 19 de septiembre de 2022, y la neblina cae densa sobre los campos que se extienden por una soledad solo interrumpida por un puñado de casitas desperdigadas.
En una de esas viviendas, un rancho de amplia fachada blanca con dos plantas y unas caballerizas del tamaño de una cancha de futbol rápido, se encuentra la señora Araceli con otras cuatro mujeres; todas madres, hermanas, tías o esposas de hombres desaparecidos a manos del crimen organizado o de policías municipales de Veracruz.

Las mujeres llegaron a este caserón hace apenas unos días, cuando las autoridades catearon, gracias a un pitazo anónimo, este inmueble que tiempo atrás fue arrebatado a sus dueños para ocuparlo como “casa de seguridad” del crimen organizado.
—El cártel de Los Zetas actuaba de otra manera —retoma
la plática Araceli con las manos metidas en los bolsillos de la chamarra y con la capucha puesta sobre la cabeza—. Ellos quemaban a la gente y los cortaban así —dice formando con los dedos de su mano derecha una imaginaria hoja afilada que se dirige con violencia al antebrazo izquierdo—. Desmembraban a lo salvaje, a puros machetazos.
En cambio, “los de Jalisco”, como se refiere la mujer entre
susurros al Cártel Jalisco Nueva Generación, tiene otro modus operandi, aunque no menos escalofriante.
—No sabemos ni entendemos por qué, pero los de Jalisco
lo que hacen es desarticular los huesos —explica la activista, que ahora hace un gesto como si estuviera desarmando una figurita de Lego—. Por eso yo digo que tiene que ser un carnicero o un cirujano el que va con ellos. Porque son cortes demasiado perfectos, demasiado limpios.
Por ejemplo, así encontraron muchos cadáveres en Los Arenales, otro cementerio clandestino a pocos kilómetros de este
rancho, y en Campo Grande, otro narcocementerio donde el Colectivo destapó 53 fosas en menos de un año. Y así los están encontrando también ahora, agrega Araceli parada sobre la tierra
arcillosa de las caballerizas del rancho. Al fondo de este, junto
a una larguísima barda de bloques de concreto, unas estacas de madera señalan una hilera casi perfecta de fosas que ya suman 12 cadáveres exhumados, todos desnudos y desmembrados.

—Así es como operan estas gentes —murmura la mujer con la mirada perdida en los huecos estrechos y rectangulares de la
tierra—. Es el sello del cártel.

“Señor, danos la fortaleza suficiente, y que hoy lo que aquí suceda sea tu santísima voluntad”.

Araceli, Zuleima, Lorenza, Irma y doña Norma forman un círculo alrededor de un pequeño cirio. Tienen el gesto serio, solemne, y todas observan concentradas la anaranjada llama de la vela posada sobre el suelo.

La plegaria contrasta con el altar que, a tan solo unos pasos, los sicarios levantaron para venerar a varias figuras negras de la Santa Muerte. Junto a ellas yacen restos de flores ya marchitas, fruta arrugada, un cigarro de marihuana y un par de botellas semivacías de aguardiente y ron barato.
“Señor —continúa con la oración una de las mujeres, con un tono de ruego—, te pedimos que las personas que han sido dejadas aquí sean encontradas y que puedan regresar con sus familias. Te lo pedimos en el nombre de tu hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Amén”.

A continuación, Araceli pronuncia el nombre de su hija desaparecida, Fernanda Rubí Salcedo Jiménez, y el resto de las mujeres grita con fuerza: “¡Presente!”. Y así cada una completa el ritual pronunciando en voz alta los nombres de Miguel Ángel Hernández Guzmán, Édgar Isaías Aguirre Alvarado, Martín Flores Medina, Ciro Álvarez Cantor, y los de “todos los desaparecidos cuyas familias los siguen buscando”.

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